
En el ocaso de la zafra azucarera 2025, Tucumán escribe una página de récord en su anuario productivo: con el ingenio Leales despidiendo sus últimas operaciones en los días pasados, solo La Florida (perteneciente a la Compañía Azucarera Los Balcanes y el primero en iniciar la campaña este año) resiste como baluarte final en una campaña que, tras 210 días de incesante labor, superó las proyecciones iniciales y marcó un hito histórico en la molienda de caña de azúcar. Según los datos consolidados por el Instituto de Promoción de Azúcar y Alcohol de Tucumán (IPAAT) al cierre del 5 de noviembre, la provincia procesó 17.640.452 toneladas de caña, un volumen que no solo colma el 100,23% de la estimación trazada en agosto por la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC) —que anticipaba 17.600.000 toneladas—, sino que marca un ascenso del 5% frente a la zafra 2024. Este umbral, inédito en la historia tucumana, refleja la resiliencia de un sector que, pese a las vicisitudes climáticas y logísticas, supo conjugar eficiencia industrial con una cosecha que se consolida como pulmón económico de la región.
La magnitud de esta molienda trasciende cifras puras para iluminar el engranaje de una industria que sustenta empleo, exportaciones y el equilibrio fiscal provincial. En un contexto donde la agroindustria azucarera representa el eje vertebral de la economía tucumana —con ramificaciones en empleo rural, transporte y servicios—, el superávit de materia prima no solo valida las estrategias de riego y variedades resistentes impulsadas por la EEAOC, sino que proyecta un cierre de campaña con márgenes de rentabilidad ampliados.

Este caudal de caña se traduce, con precisión quirúrgica, en un desglose de azúcares que subraya la diversificación del portafolio tucumano. La producción total de azúcar físico ascendió a 1.303.169 toneladas, un compendio que abarca desde el clásico blanco común hasta variantes especializadas que abren puertas a mercados nicho. Así, los ingenios forjaron 811.845 toneladas de azúcar blanco común tipo A, el pilar de la exportación masiva; 302.326 toneladas de azúcar crudo, idóneo para refinación ulterior; 16.645 toneladas de azúcar orgánico, un guiño a la sostenibilidad que gana terreno en circuitos ecológicos internacionales; y 172.353 toneladas de azúcar refinado, el acabado premium que corona la cadena de valor.
Paralelamente, la campaña de alcohol —otro pilar de la matriz energética tucumana— avanza con igual vigor, operando seis destilerías a lo largo de 194 días de destilación ininterrumpida. Plantas emblemáticas como La Corona, Bella Vista, Santa Bárbara, Famaillá y Marapa culminaron sus procesos, cediendo el testigo a las restantes en un relevo que generó 312.731.530 litros de alcohol, un 8% por encima de la misma fecha en 2024. De este total, 174.152.423 litros —equivalentes al 56% del volumen hidratado— se destinaron a deshidratación para bioetanol, el aditivo que impulsa la mezcla en combustibles fósiles y que, en un horizonte de transición energética, refuerza el rol de Tucumán como proveedor clave para la matriz nacional. Esta escalada en producción alcohólica, impulsada por la eficiencia de procesos y la demanda sostenida, no solo diversifica ingresos para los ingenios, sino que alinea la zafra con imperativos ambientales, donde el biocombustible emerge como antídoto parcial a la dependencia del petróleo.
Mientras La Florida prolonga sus actividades en las últimas horas de esta zafra, el récord tucumano invita a una reflexión más amplia: en un mundo de incertidumbres agroclimáticas, la provincia reafirma su vocación productiva como faro de desarrollo.