La comunidad educativo-pastoral salesiana celebró hoy con profunda emoción el Centenario de la Obra Tulio-Massa, conmemorando cien años de historia, fe, educación y servicio a la juventud tucumana. La ceremonia tuvo lugar en la casa San Miguel Arcángel y reunió a autoridades provinciales, municipales, eclesiásticas y a miembros de la familia salesiana de toda la región.
La jornada comenzó con un emotivo acto protocolar en el que se rindió homenaje tanto a la llegada de los primeros salesianos a la Argentina hace 150 años, como al legado del Padre Lorenzo Massa, impulsor de la misión en Tucumán desde 1916. Con visión y entrega, Massa fue el alma fundadora de una obra que nació casi sin recursos, pero sostenida en la fe, el trabajo y la generosidad de la comunidad local.
No fueron fáciles los primeros tiempos, pero la comunidad salesiana local e inspectorial acompañaron el lento crecimiento de la institución, destacó el discurso de apertura, evocando los inicios con oratorios, talleres y la tradicional banda de música. Hoy, esa obra inicial ha florecido en un complejo educativo vibrante: el Colegio Tulio García Fernández (niveles primario y secundario), el Instituto Técnico Salesiano Lorenzo Massa, la Parroquia San Juan Bosco y el Centro Don Bosco, entre otros espacios.
El acto contó con la presencia de la Ministra de Educación, Susana Montaldo; legisladores; inspectores salesianos y directivos de instituciones hermanas, quienes participaron del homenaje con palabras y gestos de profundo reconocimiento. El legislador Claudio Viña, además, hizo entrega formal de la declaración de interés legislativo por el centenario.
Con solemnidad, se realizó el ingreso de las banderas de ceremonia, portadas por abanderados y escoltas de los diferentes niveles de la institución, seguido por la entonación del Himno Nacional Argentino.
Uno de los momentos más sentidos fue la interpretación del himno del centenario, especialmente compuesto para la ocasión por el coro Los Hijos de Don Bosco. La emoción se intensificó con la participación de la Orquesta Estable de la Provincia, que revivió el espíritu del acto inaugural de 1925 ejecutando el Allegro de la Obertura Guillermo Tell, para luego homenajear a la identidad tucumana con la interpretación de la zamba Luna Tucumana.
Durante la ceremonia, se presentó también un video institucional que recorrió los momentos más significativos de estos cien años, mostrando el profundo impacto de esta obra educativa en la formación de generaciones de tucumanos.
El Padre Ignacio Valdez se dirigió a los invitados especiales con palabras cargadas de fe y gratitud. Dirigiéndose a María Auxiliadora y a Don Bosco, afirmó que cien años no son solo una cifra, sino una historia viva, tejida con los hilos de tantas vidas entregadas, de tantos jóvenes formados, de tantas familias acompañadas. Destacó que se trata de cien años de presencia fiel, de evangelización alegre, de educación comprometida al estilo de San Juan Bosco. Afirmó que esta obra, en San Miguel de Tucumán, ha sido como una semilla que, sembrada con fe, regada con oración y trabajo incansable, ha dado frutos abundantes. Y entre esos frutos, uno brilla con especial fuerza: la fecundidad vocacional. Se preguntó cuántos sacerdotes, religiosos, religiosas, educadores, animadores, exalumnos comprometidos, laicos comprometidos y familias cristianas han nacido y crecido bajo el techo de esta Casa Salesiana. También, cuántas vocaciones al amor, al servicio, a la solidaridad y al Reino de Dios. Esa fecundidad, afirmó, es signo de que San Juan Bosco ha caminado por estas casas, ha habitado en estos patios, ha sonreído desde el rostro de tantos que lo han hecho presente con su vida. Porque donde hay jóvenes amados, escuchados y acompañados, Don Bosco está vivo. Por eso, expresó el deseo de agradecer a Dios que ha sostenido esta obra durante un siglo, a María Auxiliadora que nunca dejó de protegernos, a tantos salesianos, laicos, educadores, bienhechores y familias que han sido parte de este sueño, y sobre todo a los jóvenes, porque ellos son la razón de nuestra vocación.
Luego, el ecónomo inspectorial, Roberto Camusso, ofreció palabras en representación del inspector padre Horacio Barbieri. Transmitió su saludo afectuoso y cercano, explicando que si bien no pudo estar presente, se une con su cariño, su gratitud y su oración por toda la comunidad. Afirmó que el centenario de una comunidad educativo-pastoral no es solamente un número, sino la historia viva de generaciones que pasaron por estos patios, estas aulas y estos talleres. Es la memoria de tantos educadores, salesianos, laicos y familias que, con esfuerzo y pasión, fueron construyendo esta obra. Fieles al carisma que Don Bosco nos legó.
Más tarde, el padre Ignacio Valdez, junto a los sacerdotes salesianos presentes, impartió la bendición final, recordando que todo el camino recorrido fue guiado por la mano de María Auxiliadora y por el corazón pastoral de Don Bosco.
La jornada culminó con un homenaje a quienes han sostenido esta misión durante un siglo —educadores, familias, alumnos, exalumnos, miembros de la parroquia y movimientos juveniles— y con un brindis simbólico que selló un compromiso renovado con el sueño salesiano: formar buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Con alegría y gratitud, la comunidad celebró no solo el pasado lleno de historia, sino también un futuro de esperanza, sostenido en los valores que desde hace cien años siguen latiendo en cada rincón de esta Casa Salesiana.