Tucumán fue epicentro días pasados de un encuentro intelectual y político bajo el lema "Cultura y Libertad", organizado por la Fundación Federalismo y Libertad en colaboración con la Fundación Faro, que tuvo como conferencia principal "La Batalla Cultural", que convocó a un auditorio colmado para escuchar las exposiciones del politólogo y escritor Agustín Laje y del reconocido economista Ramiro Castiñeira. Ambos referentes abordaron, desde sus respectivas especialidades, la urgente necesidad de librar una batalla cultural como piedra angular para el éxito político y de gestión en la Argentina actual, destacando la interacción crucial entre la política, la economía y las ideas que moldean el debate público.
La jornada se erigió como un espacio de profunda reflexión sobre la encrucijada ideológica que atraviesa no solo Argentina sino todo el mundo occidental. Laje desmenuzó el concepto de "batalla cultural" en sus diversas facetas –ideas, historia, moral, lenguaje y arte– y su intrínseco vínculo con el poder político, identificando al socialismo del siglo XXI, el wokismo y el globalismo "como los principales adversarios ideológicos". Por su parte, Castiñeira contextualizó la batalla de las ideas en el ámbito económico, trazando un diagnóstico contundente sobre cómo el abandono del liberalismo por parte de Argentina derivó "en un prolongado declive y estancamiento, enfatizando la importancia de un cambio de modelo para recuperar la prosperidad perdida".
El politólogo Agustín Laje inició su disertación destacando la relevancia y, a la vez, la dilución semántica del término "batalla cultural" debido a su popularización. Subrayó la imperiosa necesidad de definir con precisión este concepto para articular una estrategia efectiva. Laje explicó que la palabra "batalla" es "una colisión, es un choque entre dos posiciones antitéticas", mientras que "cultura" es un término polisémico que, tras un exhaustivo estudio, agrupó en tres grandes acepciones:
La cultura ilustrada: Originada en el siglo XVII con la filosofía ilustrada, refiere al "cultivo del espíritu humano" a través de la razón. Esta acepción da lugar a la batalla de las ideas y la batalla por la historia, que se libran en escuelas, universidades, literatura y el mundo intelectual. Laje advirtió que "quien piense que se gana la batalla cultural solo disputando ideas va a perder la batalla cultural", ya que la mayoría de la gente no repara en las ideas que configuran su experiencia vital, sino que estas les llegan a través de instituciones.
La cultura antropológica/sociológica: Surgida en el siglo XIX, concibe la cultura como el "conjunto de lenguajes, costumbres, normas, valores, mitos, ritos, historias, instituciones" que constituyen la red de significados en la que el hombre vive. De aquí emanan la batalla por el lenguaje –pues "quien domina el lenguaje domina los pensamientos"– y la batalla moral, donde se discute "la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el mal".
La cultura estética: Entiende la cultura como un "campo específico de la actividad humana en la que se producen artefactos y signos en los cuales el hombre se recrea", abarcando la música, el arte, los medios de comunicación y las series. Esta dimensión configura la batalla por el arte.
Laje enfatizó que una verdadera batalla cultural debe atender las tres acepciones simultáneamente, ya que cada una "implica un campo de disputas culturales específicos". Al analizar el estado actual de estas batallas en Argentina, señaló avances significativos en la batalla por la historia: "la estamos empezando a ganar de a poco", mencionando la revalorización de figuras del siglo XIX y la condena a las guerrillas y en la batalla por las ideas, donde sostuvo "viene relativamente bien", ejemplificado con el auge de la escuela austríaca y la figura de Javier Milei. No obstante, calificó la batalla moral como "abierta todavía", en un "empate técnico", mientras que la batalla por el arte es "un desastre donde perdemos".
Estrategia de poder
La importancia estratégica de esta lucha radica en que "cultura es poder". Citando a Max Weber, Laje definió el poder como "la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad". Identificó tres fuentes de poder: la fuerza armada, el dinero y la modificación del contexto cultural. Destacó que el poder cultural es el "más inteligente" porque "es la que menos sospecha levanta" y puede lograr que las personas "termina haciendo X incluso sin darse cuenta". Para el Estado, controlar el mundo cultural es vital para evitar el uso de la violencia armada, lo que implica disputar espacios en universidades, escuelas, medios y familias.
Laje conectó la batalla cultural con la estrategia de poder del actual gobierno, que se articula en tres dimensiones: "la batalla cultural, la batalla política y batalla por la gestión". Advirtió sobre el error histórico de los liberales que creyeron que "las reformas liberales generaban un mejor clima de negocios y ese mayor bienestar iba a repercutir por sí solo en la batalla política". El caso de Chile en 2019, con un "estallido político" pese a una economía capitalista robusta pero una "cultura socialista", demuestra que "no podés mantener un sistema económico capitalista con una cultura socialista porque eso va a generar una enorme crisis política".
Finalmente, Laje desveló a los "tres grandes enemigos contra los que nos enfrentamos en batallas culturales", a los que denominó un "monstruo de tres cabezas" que busca devorar la libertad en Occidente:
El Socialismo del Siglo XXI: Surgido tras la Guerra Fría con el Foro de Sao Pablo (1990) liderado por Fidel Castro y Lula da Silva, rearticuló las izquierdas latinoamericanas, llevando al poder a figuras como Hugo Chávez, el matrimonio Kirchner y Rafael Correa. Aunque experimentó un declive post-2015, se revitalizó con el Grupo de Puebla (2019), "volviendo a pintar de rojo gran parte del continente". Laje lo describió como un conflicto entre dos proyectos irreconciliables: "uno gira en torno al Estado como articulador de la vida de la sociedad y del individuo y la otra se asienta en la idea de que el individuo es libre para definir su proyecto de vida. A pesar de los desafíos que enfrenta actualmente, la batalla cultural es fundamental para reivindicar las ideas de la libertad".
El Wokismo: Definido como la "exacerbación descontrolada de lo que en política se conoce como la dialéctica del opresor y el oprimido", expandiendo esta lógica más allá de lo económico. Laje detalló cómo el wokismo ha fragmentado la sociedad en múltiples binomios opresor/oprimido basados en sexo (hombres vs. mujeres: feminismo), orientación sexual (heterosexuales vs. LGBT: ideología de género), identidad de género (cisgénero vs. transgénero), raza (blancos vs. negros/marrones), nacionalidad (nacionales vs. inmigrantes: xenofobia), etnia (ascendencia europea vs. indígena: indigenismo), peso corporal (flacos vs. gordos: gordofobia) y hasta la relación humano-naturaleza (ambientalismo radical). El objetivo de esta inversión política es "multiplicar las funciones de un estado supuestamente emancipador que termina a la postre convirtiéndose en un estado elefantiásico". No obstante, Laje señaló que el wokismo "está a la baja" en su influencia cultural y comercial.
El Globalismo: Un sistema donde "organismos supranacionales empiezan a tener cada vez más poder y que duplican la burocracia estatal solo que a nivel internacional". Originado con la ONU, "estas instituciones no electas, elitistas y controladas por progresistas, ejercen una influencia considerable sobre los estados nacionales". El proyecto más importante es la Agenda 2030, de la cual Argentina se desvinculó. Laje celebró que el globalismo también está recibiendo "golpes importantes" de líderes como Trump, Milei, Meloni, Bukele y Orbán, quienes demuestran que "el crimen organizado se puede destruir en muy poco tiempo si hay voluntad política y si se desoye a los organismos globalistas".
Laje concluyó con un llamado a la acción, afirmando que "hay equipo" para combatir este monstruo y que la batalla cultural es decisiva. Animó a la audiencia a que "todos los que están acá pueden y deben dar batalla cultural influyendo en sus amigos en su familia en sus grupos de pertenencia".
Ramiro Castiñeira tomó la palabra para adentrarse en la batalla de las ideas en el ámbito económico, lamentando cómo Argentina había estado perdiéndola "de manera brutal". Destacó cómo gracias a Javier Milei, la sociedad argentina comenzó a comprender que "la inflación no es multicausal la inflación solo respondes a un fenómeno monetario que responde a la emisión monetaria, poniendo fin a décadas de mentiras políticas".
El economista fue crítico con el keynesianismo, argumentando que "el mayor aporte de Marx es el error, el mayor aporte de Keynes es el error". Explicó que la cultura keynesiana, al promover el "estimular el consumo a costa del ahorro, lleva a una lógica de pan para hoy y hambre para mañana". Esto, según Castiñeira, mata la inversión y el crecimiento económico, una realidad que Argentina vivió con "13 años sin crecimiento económico" antes de la actual gestión. Recalcó que la visión keynesiana de que el mercado no logra el equilibrio por sí solo y siempre necesita la "asistencia del Estado fue un pretexto para que los países sacaran las libertades a la gente".
Castiñeira hizo un recorrido histórico, dividiendo la historia argentina en dos grandes ciclos:
El Auge Liberal (1810-1930): Un período de aproximadamente 80 años marcado por la Revolución, la Independencia, la Constitución Nacional de Alberdi, la Campaña del Desierto, y una masiva inmigración y entrada de inversiones. Argentina "estaba entre los primeros países en el mundo, y el motor de las exportaciones y el sector privado eran los pilares. En ese tiempo, el país era capaz de recibir a millones de inmigrantes (equivalente a 25 millones hoy) y ofrecerles trabajo", resaltó.
La Decadencia Socialista (1930-2023): Este ciclo comenzó con un paulatino pero "casi definitivo abandono de las ideas de la libertad en la década de 1930, consolidándose con el peronismo en 1946". Castiñeira señaló que este modelo fue una "copia del fascismo italiano en lo económico", caracterizado por "el control cambiario, arrancó los controles de precio, arrancó los controles de las importaciones, arrancó el control por completo ya de la producción del sector privado". El Estado se convirtió en el protagonista, "excluye absolutamente a todo el mundo menos a los amigos del poder". Este modelo llevó a un "estancamiento económico de la pobreza" y la triste realidad de "la única salida es Ezeiza", ejemplificó.
Comparaciones y falacias
El economista graficó la drástica caída de Argentina comparándola con Australia, un país con economías inicialmente similares. Mientras Australia se mantuvo en el top 10 del PIB per cápita, Argentina decayó constantemente. Hoy, "Australia tiene tres veces el poder de compra de un argentino, lo que significa que los argentinos perdieron al equivocarse de modelo económico". De acuerdo a su alocución, la participación de Argentina en el comercio internacional se desplomó del 3% en 1948 al 0.3% actual, mientras que Australia, con el mismo punto de partida, mantuvo un 1.4%. Esto representa una pérdida de "más o menos 250.000 millones de dólares adicionales a lo que exporta ahora".
Castiñeira desmanteló las "mentiras ideológicas" que justificaron este declive:
"Cuidar la mesa de los argentinos: Una falacia utilizada para cerrar las exportaciones de carne de trigo de maíz, obligando a los productores a vender en el mercado interno a precios más bajos, lo que constituye una extorsión directamente terrorista y una expropiación del trabajo".
"Vivir con lo nuestro: Justificación para cerrar las importaciones y proteger negocios de allegados al poder, en detrimento del consumidor que paga más caro y ve restringida su libertad de elegir.
"Justicia social: Una vez que la economía es destruida por las mentiras anteriores, surge como otra etapa de las del socialismo directamente cuando arrancan las expropiaciones". Para Castiñeira, "la justicia social no es nada ni más ni menos que la sociedad utilizando el Estado para salir a robar".
El rol del Estado, bajo una cultura liberal, es "la defensa de las libertades individuales y de la propiedad privada", no la forma paternalista que te tiene que llevar un cucharón de gasto público a la boca", se quejó. Este "Estado presente" que "te trata como infante" genera un "modelo social que termina en un colapso", advirtió Castiñeira.
A pesar de la decadencia aludida por el economista, Argentina tuvo tres intentos claros de salir de este modelo: "con Arturo Frondizi, que buscó unificar el tipo de cambio, liberar precios y atraer inversiones; con Carlos Menem, que también unificó el tipo de cambio y desarmó los controles estatales; y con Mauricio Macri, cuyo diagnóstico fue correcto aunque la gestión falló". Sin embargo, estos intentos fueron "torpedeadas directamente al modelo económico para que Argentina vuelva a la decadencia y al modelo corporativo estatista y fascista" por fuerzas internas.
Según lo comentado en la conferencia por el expositor, el momento actual con Javier Milei representa el "cuarto intento", y es el que "más chances tiene porque es el único que logró equilibrio en las cuentas públicas". Castiñeira denunció que la "casta política está a torpedear ahora desde el Congreso justamente el equilibrio en las cuentas públicas para forzar la emisión y mantener la inflación, desacreditando el nuevo modelo".
Castiñeira concluyó que Argentina está en un momento histórico, no solo por el surgimiento de un nuevo partido político (La Libertad Avanza), sino por una "nueva forma de entender el modelo económico". A diferencia de peronistas y radicales, "que nunca cuestionaron el modelo económico y se enfocaron en aumentar el gasto público, el movimiento actual ha logrado que a la gente le caiga la ficha de que ese modelo nos estaba empobreciendo". La batalla de las ideas es crucial y diaria, ya que "el muro de Berlín en Sudamérica todavía no cayó", culminó en su disertación.