
Noticias Argentinas difundió que los gemelos Yahya y Nabila Shorbasi, de seis años, jugaban entre los escombros de su casa destruida en la ciudad de Gaza cuando una explosión repentina rompió el silencio del frágil alto el fuego. El pequeño objeto metálico que habían encontrado resultó ser una bomba sin detonar.
El abuelo relató que estaban retirando los escombros cuando escucharon una gran explosión: corrieron y encontraron a Yahya y Nabila tirados en el suelo, cubiertos de sangre. Los niños habían estado jugando con un objeto redondo que explotó en cuanto lo tocaron.
Lo contó sentado junto a las camas de los pequeños en el Hospital Al-Shifa. Yahya perdió la mano derecha y sufrió múltiples heridas, mientras que Nabila resultó con fracturas en el pie. Con voz baja, el abuelo resumió el drama de su familia: jugar se ha vuelto mortal, incluso después del fin de la guerra.
La tragedia de los gemelos Shorbasi refleja la creciente amenaza de las municiones sin detonar (MUSE) esparcidas por la Franja de Gaza. Aunque reina una relativa calma desde que entró en vigor el alto el fuego entre Israel y Hamás hace más de dos semanas, los restos de la guerra permanecen enterrados bajo los escombros, convirtiendo los barrios en potenciales campos minados.
En el barrio de Sheikh Radwan, al norte de la ciudad de Gaza, Ahmed, de diez años, también resultó herido cuando un objeto metálico explotó cerca de la tienda de campaña temporal de su familia. Su madre, Salwa Hasanat, contó que Ahmed pensó que era un juguete. Cuando escuchó la explosión, corrió hacia él y lo encontró inconsciente, sin la mano derecha. “Ninguno de nosotros sabía que estos restos aún podían matar”, lamentó.
En otro caso, Samer Bahloul, de trece años, de la zona de Tal al-Hawa, perdió el ojo izquierdo tras la explosión de una pequeña caja metálica que había encontrado cerca de su tienda. “Pensé que era algo útil; cuando desperté, mi padre me dijo que había perdido el ojo. Los médicos dijeron que era parte de una bomba”, explicó el adolescente.
Según datos del Servicio de Acción contra Minas de las Naciones Unidas (UNMAS), al menos 320 palestinos murieron o resultaron heridos por municiones sin detonar en la Franja de Gaza desde el inicio del conflicto en octubre de 2023.
El Centro de Derechos Humanos de Gaza, una organización civil independiente que monitorea las violaciones, estima que alrededor de 20.000 bombas y misiles sin detonar permanecen dispersos por el territorio. Además, calcula que, para mediados de octubre, el total de escombros generados por la destrucción de viviendas e infraestructura vital ascendía a entre 65 y 70 millones de toneladas, que contendrían cerca de 71.000 toneladas de explosivos y restos de guerra.
Mahmoud Basal, portavoz de la defensa civil, señaló a la agencia Xinhua que, aunque las hostilidades han cesado, la muerte sigue presente en cada calle y callejón de esta tierra devastada: “Estos restos siguen atormentando a la gente incluso después del fin de los combates”.
Por su parte, Mohammed, ingeniero especializado en la remoción de municiones y actualmente miembro de un equipo local de limpieza, explicó que su trabajo se ha vuelto cada vez más peligroso y complejo debido a la escasez de equipo especializado y combustible. Comentó que los equipos deben priorizar las zonas más urgentes, dejando muchas áreas sin revisar.
“Carecemos de dispositivos de detección avanzados, maquinaria pesada y piezas de mantenimiento. A veces trabajamos manualmente, lo cual es más lento, pero más seguro para los civiles cercanos”, explicó.
El trabajo también tiene un alto costo para los propios ingenieros. Mohammed reconoció que “la exposición continua al peligro y la destrucción es agotadora, tanto física como mentalmente. No tenemos apoyo psicológico ni descansos, pero continuamos porque la vida de las personas depende de nuestro trabajo”.
El ingeniero detalló que las operaciones de limpieza se coordinan con las Naciones Unidas, que han implementado programas de concienciación comunitaria para educar a los residentes, especialmente a los niños, sobre los peligros de los objetos sospechosos. “El mayor problema es la ignorancia: los niños ven un objeto brillante y piensan que es un juguete, sin darse cuenta de que podría matarlos”, añadió.
Más allá del costo humano, los expertos advierten que las municiones sin detonar y otros restos de guerra también amenazan el ya frágil medio ambiente de Gaza.
El ingeniero ambiental Saeed al-Aklouk señaló a Xinhua que los restos de bombas y misiles están contaminando el suelo y las aguas subterráneas en todo el enclave. “Miles de municiones sin explotar de la reciente campaña militar israelí amenazan con privar a los agricultores de cultivar grandes extensiones de tierra”, indicó.
Agregó que estas zonas se han vuelto inseguras tanto para las personas como para los animales y los cultivos. La destrucción de las redes de alcantarillado ha provocado fugas de sustancias peligrosas, mientras que los metales y productos químicos de las municiones han contaminado las tierras de cultivo.
Advirtió que los impactos ambientales y sanitarios a largo plazo serán graves, y que la limpieza de los restos de guerra podría llevar años, retrasando la recuperación y representando un peligro duradero para los residentes locales. “Sin apoyo internacional, equipo avanzado y acceso seguro a las zonas afectadas, la tarea de eliminar los restos explosivos quedará incompleta durante mucho tiempo”, concluyó.