
Pasó el 26 de octubre y votamos con la boleta única de papel, sin duda un momento bisagra para nuestra democracia, un sistema que no solo ha demostrado su agilidad, sino también su simpleza y su transparencia.
Después de estas elecciones nacionales, el mundo sigue girando y en Tucumán, se retomó la discusión acerca de la modificación del sistema electoral, y el acople, de nuevo, está en boca de todos.
Parece claro que para arrancar al acople de raíz, debemos modificar la Constitución, pero eso no nos impide buscar alternativas legislativas para regularlo y con ello dar mayor legitimidad y transparencia a nuestras elecciones locales.
Las colectoras (como lo es el acople) no solo tienen efecto en la representación parlamentaria, donde generan mayorías artificiales, sino que esa distorsión afecta directamente al sistema republicano desdibujándose los límites de la división de poderes. Esto se ve, por ejemplo, cuando un candidato a gobernador obtiene el 50% de los votos y sin embargo su partido, a través de las adhesiones y apoyos recibidos de los partidos “acoplados”, le permite tener el 75% de las bancas legislativas. Claramente estas mayorías artificiales y abrumadoras no permiten un real ejercicio del sistema de contrapesos que busca el régimen republicano.
Hoy la discusión está centrada en el instrumento de votación. Venimos de una elección nacional en la que se votó con boleta única papel y la provincia quiere hacer lo propio pero mediante la boleta única electrónica. Tal vez porque con la boleta única. papel sería imposible mantener un número alto de partidos acoplados algo que sí permite la boleta electrónica, si la reforma se queda alli, entonces su verdadero objetivo, reducir la cantidad de acoples y con ello todos sus efectos, quedaría en lo discursivo.
Si bien el instrumento de votación es importante y, ya sea mediante boleta única papel o boleta electrónica, el cambio sería un avance para el caótico sistema tucumano.
Sin embargo, el acople no es el único elemento distorsivo que presenta nuestro sistema electoral. Pensemos por un momento en la circunscripciones electorales, también dispuestas en la Constitución, en donde arbitrariamente se divide a la provincia en tres secciones, cuyo dibujo que no responde a ningún criterio objetivo.
Esta distorsión (conocida de los ciencias políticas como gerrymandering), en el caso de Tucuman tiene el efecto de dificultar una real representatividad de localidades, que muchas veces, no ven plasmado sus intereses en las bancas legislativas aún de su propia sección.
Para modificar las actuales circunscripciones electorales sería necesario una reforma Constitucional, en ese caso, seria interesante pensar circunscripciones electorales que tengan en cuenta criterios objetivos, como lo son por ejemplo la población, las cuestiones culturales y de cercanía, sino también que garantice la participación de las minorías políticas.
La realidad de Tucumán es que su sistema electoral tiene sus vicios consagrados en la constitución, por lo que para sanearlo completamente sería necesaria una reforma constitucional.
Hasta que ello ocurra, contamos con herramientas legislativas que permitan morigerar estos vicios.
Así la futura reforma que se anuncia con bombos y platillos debiera contemplar no solo un cambio en el instrumento de votación, ya sea a través de boleta única papel o boleta única electrónica, sino principalmente una reducción drástica al número de acoples por fórmula ejecutiva.
Lo contrario sería un maquillaje que buscaría simplemente aparentar una reforma reclamada por la sociedad, pero que en el fondo mantendría al sistema con sus mismos problemas.
Ojalá esta reforma tan anunciada se encare con la seriedad que reclama la ciudadanía y podamos votar en 2027 con un sistema que legitime a aquellos que nos representan.
La autora de esta columna es Abogada y Mg. en Derecho Parlamentario (USP-T)