
A 48 horas de conocerse los resultados provisorios, las elecciones en Tucumán siguen dejando una conclusión contundente: La Libertad Avanza (LLA) es la nueva oposición en la provincia. El espacio libertario desplazó a Ricardo Bussi y su histórico Fuerza Republicana, superó a un radicalismo que muestra señales de agotamiento y a un PRO que parece haber quedado en el pasado político tucumano.
Pero la pregunta que empieza a sobrevolar el escenario político local es más profunda: ¿tiene La Libertad Avanza hambre de poder o solo entusiasmo pasajero?.
El interrogante no es menor, porque el partido del presidente deberá construir estructura y liderazgo territorial si pretende llegar competitivo a 2027, cuando se renueven los principales cargos provinciales y municipales.
En las últimas semanas, viejos dirigentes libertarios dejaron al descubierto conflictos internos que evidencian las fragilidades del espacio. Las disputas por protagonismo, las lealtades quebradas y las diferencias personales se hicieron visibles en medios y redes sociales, mostrando que el proyecto tucumano aún no logró madurar políticamente.
Mientras tanto, empresarios, industriales y referentes sociales observan desde la vereda, expectantes pero también cautelosos. Muchos coinciden en que la falta de conducción sólida y de una mesa política real genera desconfianza.
En este contexto, será clave el rol del ministro del Interior, Lisandro Catalán, a quien Karina Milei designó como armador político nacional y responsable del ordenamiento en Tucumán. Su desafío será tender puentes, contener ambiciones y convocar a figuras con peso propio.
Y ahí surgen nuevas preguntas:
¿Qué lugar ocuparán referentes como Mariano Campero, Silvia Elías de Pérez o José Cano? ¿Serán parte del nuevo armado o quedarán como espectadores? ¿Tendrán lugar en una estructura libertaria que necesita dirigentes con experiencia institucional?.
Tampoco pasan inadvertidos los casos internos. José “Pepe” Seleme, quien se alejó del espacio con fuertes diferencias, ¿volvería si se recompone el diálogo? ¿Y qué pasará con José Macome, expulsado en el inicio de la campaña? ¿Podrá limar asperezas y volver a construir desde adentro?
Otra incógnita es el futuro de Paula Omodeo, quien en esta elección obtuvo menos del 1% de los votos junto a su candidato Sebastián Murga. ¿Habrá autocrítica? ¿Podrán dejar atrás el orgullo y sumarse a un trabajo conjunto o seguirán caminando por la banquina del proyecto libertario?.
La gran pregunta, en definitiva, es si La Libertad Avanza en Tucumán tiene hambre de poder real, ese que se traduce en organización, estrategia y territorio, o si su crecimiento se limitará al arrastre del presidente.
¿Existe voluntad política de construir una alternativa sólida para evitar que el peronismo vuelva a gobernar sin contrapesos? ¿O seguiremos viendo una oposición fragmentada, donde muchos “opositores” terminan siendo funcionales al poder de turno?.
Por ahora, el desafío libertario no es solo electoral: es político, estructural y de identidad. Si logran superar los egos, ordenar la tropa y construir desde el territorio, podrían convertirse en una opción de poder real. Si no, Tucumán seguirá siendo, una vez más, el laboratorio donde las promesas de cambio se diluyen antes de empezar.