
La luna de miel por la que transitaba Javier Milei después de las elecciones del 26 de octubre terminó de manera abrupta. O, mejor dicho, con un golpe de realidad. El Congreso le dio esta semana una lección de que la prepotencia y los billetazos pueden servir para imponer su voluntad, pero no tanto como para avergonzar a sus dominados. El decoro y la dignidad, muchas veces, marcan ese límite.
Empalagado por el triunfo en las legislativas, el Presidente entendió que era el momento para apurar las reformas que reclama desde su asunción. Como irrumpen los barrabravas cualquier fin de semana en cualquier cancha de fútbol del país, Patricia Bullrich se metió en el Senado a los empujones, liderando la nueva avanzada libertaria en el Parlamento. En paralelo, el jefe de Estado comenzó a repartir plata entre los gobernadores: de cero pesos entregados en noviembre, en la primera mitad de diciembre desembolsó $66.500 millones en Aportes del Tesoro Nacional (ATN), de los cuales $20.000 tuvieron como destino Tucumán.
Así pudo garantizarse aliados, obtener el dictamen del Presupuesto 2026 y habilitar su tratamiento en tiempo récord. Pero no supo ponerse un límite. Milei actuó como un incendiario: prendió fuego a la posibilidad de contar, después de dos años, con un Presupuesto que satisficiera las demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo aprobado, lógicamente, ya no le sirve: no garantiza el déficit cero. Menos mal que lleva puesto el mameluco ignífugo de YPF.
Cuesta entender cómo una persona puede dilapidar un triunfo electoral en 45 días. El cerrojo autoimpuesto fue el intento de imponer en el Presupuesto la derogación de las leyes de financiamiento a las universidades y a la emergencia en discapacidad. Es decir, Milei no sólo buscó sacarse de encima las normas que le molestan, sino también humillar a sus aliados exponiéndolos a votar en contra de lo que militaron, aprobaron e insistieron hace apenas unos meses.
Fue tan torpe la maniobra que intentó además que la votación en particular del proyecto de Presupuesto fuera por capítulos y no por artículos. En el medio, colocó algunas zanahorias: fondos para la Ciudad de Buenos Aires y para el Poder Judicial y emergencia pediátrica. Con esa apuesta, los diputados ya no podrían votar únicamente el artículo 75, referido a las dos leyes que Milei quería “afuera”. Aun así, se topó con un paredón en la madrugada del jueves.
Un bonus track del descalabro político nocturno. A las 3 de la mañana, cuando ya los diputados se estaban por ir a dormir, los libertarios avanzaron con la cobertura de la Auditoría General de la Nación. Cualquiera imaginaría que los nombres habrían sido consensuados con sus aliados, como el macrismo, Provincias Unidas o el radicalismo. Para nada, sin que estos supieran, La Libertad Avanza, los gobernadores aliados del peronismo y el kirchnerismo impusieron su acuerdo: un cargo para LLA, otro para los mandatarios y un tercero para los K. Cristian Ritondo, jefe del macrismo en la Cámara Baja, tildó de desleales a los libertarios. Desde luego, la sesión terminó con un incendio en la relación entre el mileísmo y sus acompañantes habituales.
El que avisa, ¿no traiciona?
Para entender cuánto intentó avanzar sin redes de contención ni medir consecuencias Milei, hay que observar los comportamientos de los gobernadores peronistas aliados. Los diputados de Raúl Jalil (Catamarca), de Gustavo Sáenz (Salta) y de Osvaldo Jaldo votaron en contra del capítulo 11 o se ausentaron. Incluso, habían anticipado temprano que no acompañarían la derogación de las leyes de financiamiento universitario y de emergencia pediátrica.
A pesar de ese preaviso, en la Casa Rosada quedaron enojados con los mandatarios peronistas, principalmente. “Hubo gobernadores que no pudieron convencer de ese cambio cultural a muchos o a algunos de sus diputados”, reprochó el ministro del Interior, Diego Santilli. En ese lote se anota Jaldo.
El tucumano había logrado en las últimas semanas del año salirse con todo lo que se había propuesto. A nivel local, pudo frenar la reforma electoral que militaba su vicegobernador, Miguel Acevedo. Y, en la rosca nacional, mantenerse en la consideración libertaria a partir de una reconfiguración de su poder de incidencia en el Congreso. Primero mantuvo el bloque Independencia en Diputados con tres miembros (al sumar al kirchnerista Javier Noguera) y luego hizo pie en el Senado, cuando Beatriz Ávila blanqueó su situación al crear el monobloque Independencia. Finalmente, le ofrendó a LLA el arrebato de Sandra Mendoza, que abandonó el bloque K de José Mayans y se pasó a Convicción Federal, un espacio del PJ “provincialista”. Con cinco votos en el Congreso, Jaldo logró reacomodarse en el mapa de poder federal.
Una muestra de ello es que en Diputados sentó a Elia Fernández de Mansilla en la estratégica comisión de Hacienda y Presupuesto, mientras que en el Senado cuenta con ese lugar en manos de Ávila. De hecho, la referente del Partido de la Justicia Social firmó el dictamen de mayoría para que el proyecto de Presupuesto pueda tratarse en el recinto el viernes 26.
Lo que ocurrió en la Cámara Alta es otra exhibición del freno que se vio obligado a aplicar el mileísmo. Bullrich tuvo que dejar la topadora a un costado y morigerar sus formas y sus discursos. La reforma laboral, a la que intentó apurar, pasó para febrero. Básicamente, porque no hay certezas de que los gobernadores vayan a acompañar. Por ejemplo, hay versiones que dan cuenta de que el propio Rodolfo Daer se comunicó con los mandatarios peronistas para sondear qué harían sus senadores y diputados en el recinto.
Del otro lado del teléfono, según dicen, Jaldo le habría anticipado que los suyos no avalarían la “modernización laboral” así como la pide LLA. Un hecho va en línea con esa versión: Ávila, en el plenario de comisiones, reclamó que haya modificaciones en el proyecto para incorporar a los obreros golondrinas, que no se elimine el Estatuto del Periodista Profesional y pidió explicaciones sobre las razones por las que los trabajadores de plataformas son considerados como autónomos.
A La Libertad Avanza le queda una chance de cerrar el año, al menos, con el Presupuesto aprobado. Por lo pronto, el dictamen que llegará al recinto es el mismo que aprobó Diputados. Ajustado en números, dependiente de aliados a quienes maltrata y expone, sería una hazaña que el Presidente logre incorporar en la sesión del viernes la derogación de las leyes que maldice. El asunto es cómo se plantará frente a la derrota: como un pirómano con mameluco o como un jefe de Estado al que el apoyo del 40% de los argentinos no es un cheque en blanco.