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UN PERSONAJE EMBLEMÁTICO

Adiós a la dulzura: Murió el Señor de los Cubanitos

Carlos Rojas durante más de 60 años siempre estuvo en el mismo lugar, endulzando la vida de los tucumanos con sus cubanitos. No era un simple vendedor. Don Rojas era un emblema de tradición y perseverancia en las calles del microcentro.

Por Tendencia de noticias

13 nov, 2024 09:46 a. m. Actualizado: 13 nov, 2024 09:46 a. m. AR
Adiós a la dulzura: Murió el Señor de los Cubanitos

Elegancia y glamour era lo que caracterizaba a Don Rojas, el señor de los Cubanitos, que por más de más de 60 años estuvo en el mismo lugar, en la intersección de las galerías la Gran Vía y Muñecas, vendiendo sonrisa y dulzura.


Carlos Rojas se paraba todos los días en ese lugar con una bandeja de madera donde depositaba decenas de cubanitos, que eran cucuruchos cilíndricos y arrollados, de unos 20 centímetros de largo, rellenos con un dulce de leche cuya marca era un "secreto de Estado", como solía bromear.


A los 88 años, nos dejó ese personaje tan emblemático y querido de Tucumán, que vestía siempre un traje negro, de gala, una camisa blanca, combinado con un moño; el toque final es un clavel rojo en la solapa.


Don Rojas había ingresado hace algunos días al Centro de Salud por una neumonía bilateral y lamentablemente, su salud no resistió. Este miércoles, falleció a la madrugada.


Estaba siempre impecable y predispuesto para vender los cubanitos más buscados por los tucumanos. No era un simple vendedor. Don Rojas era un emblema de tradición y perseverancia en las calles del microcentro. Recorrió la ciudad ofreciendo los famosos cubanitos. En el oficio había comenzado en 1963, cuando vio en la calle a una niña que le rogaba a su madre que le comprara un cubano a un señor que los ofrecía.


En ese momento, tuvo la idea presentar a los cubanos de una manera diferente. Buscó de su ropero un traje de “Príncipe de Gales”; una camisa blanca y un moño. Para completar el uniforme le faltaban unos zapatos de charol que combinaran con tanto glamour.


Sin embargo, eran muy caros y no los podía comprar. Entonces recurrió a un amigo, quien lo ayudó a adquirir los zapatos. Se vistió con su elegante uniforme, en una bandeja de madera puso varias servilletas, decenas de cubanos rellenos con dulce de leche y salió a la calle.


Su apariencia llamó de inmediato la atención y se transformó en un personaje urbano del centro tucumano. Con su partida, Tucumán pierde un pedazo de su historia y un referente de las tradiciones que hacen única a la ciudad.

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