El Gobierno nacional sorprendió al anunciar que no habrá desfile militar el próximo 9 de Julio, en lo que representa un fuerte gesto de recorte fiscal con alto impacto simbólico. La decisión, avalada por Presidencia y el Ministerio de Defensa, responde al objetivo de evitar un gasto estimado de $1.000 millones, según trascendió desde fuentes oficiales y castrenses. “No hay plata”, repiten desde el Ejecutivo, incluso si eso implica dejar en pausa una de las pocas tradiciones que unía a todos los sectores políticos.
El desfile del año pasado fue una postal del relato libertario: casi 10.000 efectivos, tanques, aeronaves y el entonces presidente electo Javier Milei saludando desde un vehículo militar junto a Victoria Villarruel. Hoy, esa imagen contrasta con la falta de órdenes de organización a las Fuerzas Armadas, el silencio del Ministerio de Defensa y el creciente malestar dentro del ámbito militar, que arrastra sueldos depreciados, falta de equiparación con fuerzas de seguridad y una obra social colapsada.
El desfile ya había sido suspendido en otras oportunidades: en 2018 durante el macrismo y durante la pandemia con Alberto Fernández. Sin embargo, su cancelación ahora genera ruido incluso dentro del electorado de Milei. Para algunos sectores, el ahorro es razonable; para otros, la medida erosiona una fecha patria clave. Mientras tanto, la pregunta queda flotando: ¿vale más el ajuste o el símbolo?