Felipe Córdoba tiene apenas 17 años, pero ya conoce el peso de la palabra “milagro”. Alumno del último año en el Colegio Belgrano y apasionado del fútbol, su vida transcurría entre libros, entrenamientos y sueños adolescentes. Hasta que, el 21 de mayo, el destino le impuso una prueba tan inesperada como devastadora.
“A Felipe el 21 de mayo le empezó un dolor de cabeza, se le amortiguó la pierna, a los cinco minutos ya tenía vómito y después ya estaba con su mirada perdida”, recuerda Alejandra, su mamá. “Inmediatamente lo llevamos al hospital Carrillo y de ahí lo derivaron en ambulancia hasta el hospital Padilla”.
El Dr. Jerónimo Cossio, neurólogo del hospital, fue quien lo recibió. “Felipe llegó derivado del Centro Carrillo de Yerba Buena. Ingresó por guardia, con una alteración severa del sensorio. La tomografía confirmó lo peor: un ACV hemorrágico”, relata. Este tipo de ACV, menos frecuente que el isquémico pero mucho más peligroso, se produce cuando una arteria cerebral se rompe y provoca un sangrado interno. “La situación era crítica. Cada minuto contaba. Iniciamos las terapias de inmediato, pero la complejidad aumentaba con cada obstáculo”, recuerda el médico.
Alejandra revive aquellos momentos de incertidumbre: “Cuando salí del hospital Carrillo me decían que Felipe estaba grave y no sabían el por qué. Al llegar al Padilla me dijeron que tenía un sangrado total en su cabeza y lo único que hicimos, cuando una sobrina me preguntó si podían hacer una cadena de oración, fue responder sí porque no entendíamos qué pasaba”.
Mientras el equipo médico luchaba contra el reloj, afuera del hospital se tejía otra batalla: la de la fe. “Felipe va al colegio Salesiano Belgrano y todos nos acompañaron con la oración desde un primer momento. En un momento se armó una cadena de oración que creo que nosotros como papás no dimensionamos lo que esto ha tocado los corazones”, cuenta Alejandra. “El 23 de mayo nosotros consagramos a nuestro hijo a María porque era lo único que nos sostenía, la fe. Nosotros en cada momento sentíamos la presencia de María en sus compañeros, en las oraciones, en los padres, en todo. Esa ha sido nuestra gran herramienta para que Felipe hoy pueda estar aquí”.
El 23 de mayo, llevaron hasta el hospital la histórica imagen de María Auxiliadora, venerada por generaciones de salesianos en Tucumán. Frente a ella, pidieron lo imposible: la vida de Felipe.
La comunidad educativa se movilizó desde el primer momento. Bianca, compañera de otra división de último año, recuerda: “Me acuerdo que cuando me enteré, me levanté a la madrugada y tenía mensajes de los chicos diciendo que estaban en el hospital. Fue muy impactante, creo que para todos fue shockeante: el día anterior tenerlo a Felipe ensayando y al otro día, de repente, no estaba. Me nació hacer un momento de oración. Esa mañana, apenas entré, hablé con los directivos para que me den ese espacio en la iglesia. Gracias a Dios me lo dieron y todos los chicos se sumaron. Creo que eso fue un llamado de amor muy grande y también le sirvió muchísimo a Felipe para cumplir este milagro, porque había chicos que quizás nunca entraban a la capilla y me mandaban mensajes diciendo ‘gracias Bianca por el momento de oración, por favor no dejemos de rezar’. Sentimos mucho miedo, pero a la vez mucho alivio y mucha paz sabiendo que nuestra mamá María nos iba a escuchar y nos iba a cumplir el milagro de tenerlo hoy a Felipe acá”.
El gesto de llevar la Virgen hasta la puerta del hospital fue otro momento clave. “Fue algo muy lindo que hicimos entre todos porque creíamos que la Virgen lo podía proteger de más cerca, después de la consagración que fue algo que pensamos entre todos y que los directivos nos dieron la autorización. Primero queríamos hacer la consagración en la iglesia del Padilla, pero no se pudo, así que lo que hicimos fue llevar a la Virgen hasta ahí para que la tenga de más cerca y pueda rezarle ahí y que la sienta. Y ahora es muy lindo tenerlo acá después de tan poco tiempo, que se ha recuperado tan rápido. Obviamente todos saben que es un milagro porque después de algo tan fuerte, que esté así, tan bien en tan poco tiempo, es algo impresionante”, relata Santiago, compañero de Felipe.
Máximo, otro compañero de Felipe, coincide en la emoción y el asombro. “Para nosotros fue más que un milagro”, aseguran. “Creo que hay muchos chicos que dudan muchas veces, pero me parece que con estas cosas se ha demostrado y más en la fecha en la que se ha dado, que ha sido un milagro de nuestra madre María Auxiliadora”.
Felipe permaneció 24 días internado, enfrentando cada día como un nuevo desafío. Finalmente, pudo regresar a su casa. Y el 19 de junio, volvió al colegio para jurar la bandera, rodeado de sus compañeros, profesores y médicos. Fue un acto cargado de lágrimas, abrazos y gratitud. El equipo de salud, homenajeado en esa ocasión, guarda la certeza de haber hecho todo lo posible… y de haber sido testigo de algo que trasciende la medicina.
En su regreso, Felipe compartió con Canal 8 la emoción de volver a su colegio: “Estoy muy feliz porque pude volver a ver a mis compañeros. Sinceramente no me esperaba este recibimiento que me hicieron, fue muy especial”. Sobre lo ocurrido, reconoce: “Sinceramente no me acuerdo de mucho, me acuerdo de hace una semana. Entonces me van contando de a poco todo lo que pasó y toda la gente que rezó por mí también”. No duda en atribuir su recuperación a la fe: “Sí, así lo siento, porque capaz que no salía, capaz no estaba acá, pero me siento muy feliz”.
Felipe sabe que la recuperación será gradual. “Todavía no puedo hacer actividades como fútbol, que me gustan, pero de a poquito voy volviendo. O sea que no se crean que no se vuelve a la cancha”, afirma entre risas, y deja claro su deseo: “Claro, hay que volver a la cancha”.
Gonzalo Vadel, rector del Colegio Belgrano, vivió cada etapa de este proceso junto a la comunidad educativa. “Para nosotros, esto es un punto de llegada y, al mismo tiempo, un punto de partida. Estamos convencidos de que fue realmente un milagro. Pasamos por todas las etapas: la tristeza, la angustia, la incertidumbre de no saber qué iba a pasar. Incluso los médicos tuvieron que hacer una junta para definir qué era lo que hacía falta. Desde nuestra fe, creemos que Felipe, su familia y los médicos fueron instrumentos para recordarnos que la vida es un regalo, que lo más importante es lo que se va dando día a día”, reflexiona.
El impacto fue profundo en toda la comunidad: “Cuando nos enteramos de la noticia, la comunidad entera se unió en oración. Los compañeros de Felipe pidieron hacer guardias de oración en la capilla, un gesto que nos mostró cuánto les importaba la vida de su amigo. Pero después, fue Felipe quien terminó sosteniéndonos a nosotros, porque nos dimos cuenta de que la vida no es solo lo que pensamos, sino lo que Dios tiene pensado para nosotros”.
Vadel también destaca el cambio que vivieron los jóvenes: “Hay un antes y un después en nuestra comunidad. Lo notamos en los chicos, en los docentes, en toda la promoción. Ver a los jóvenes rezar, acompañar, ir al hospital, pedir la consagración a María por Felipe… Todo eso es un testimonio para nosotros y para el resto de los jóvenes. La vida no está asegurada, es un regalo, y nos compromete a ser responsables con ella”.
Hoy, Felipe Córdoba es el reflejo de lo que sucede cuando la ciencia y la fe caminan de la mano. Su historia quedará grabada en los pasillos del Colegio Belgrano, en la memoria de los profesionales que lucharon por él, y en el corazón de todos los que, ante la adversidad, eligieron creer.