
Andrés Yllana ya se puso el buzo de entrenador en San Martín y, en su primera declaración pública, eligió ir directo al corazón del hincha: “El ascenso es lo único que importa”. No hubo rodeos ni discursos de ocasión. Fue una frase seca, contundente, como un golpe a la mesa que marca el rumbo desde el primer día. En Ciudadela saben que empieza una etapa donde no hay margen para las medias tintas.
El nuevo DT dejó en claro que su idea excede los apellidos y los carteles. “Queremos funcionamiento por encima de los nombres”, repite como un mantra. Para Yllana, el equipo debe ser una maquinaria aceitada, donde cada pieza cumpla su rol sin importar el brillo individual. En su libreto no hay lugar para los egos: primero el sistema, después los intérpretes.
Esa concepción tiene raíces en su pasado como futbolista. Fue un volante de contención distinto a los moldes de su época: buena técnica, criterio con la pelota y la intención constante de jugarla al ras del piso. No era veloz ni goleador serial, pero cuando convertía, lo hacía con calidad, como quien elige el pincel fino antes que el trazo grueso. Siempre priorizó tener la pelota bajo la suela antes que rifarla.
Como entrenador, Yllana profundizó esa identidad. Lejos del pragmatismo extremo que suele dominar la categoría, apuesta por ser protagonista. Su esquema predilecto, el 4-3-3, es casi una declaración de principios. “Es fácil jugar 4-4-2 y cerrarse atrás”, supo decir en una entrevista de otros tiempos. Él prefiere arriesgar, potenciar futbolistas y asumir el control del juego, aun cuando eso implique caminar por la cornisa.

En lo táctico, sus equipos se reconocen rápido: laterales que pasan al ataque como flechas, transiciones ofensivas verticales y extremos veloces para lastimar en pocos toques. Si el camino es por las bandas, el centro al segundo palo aparece como un recurso repetido, casi una marca registrada. La idea es atacar con muchos y defenderse con la pelota, como si el balón fuera un escudo.
Nacido en Rawson, Chubut, su crianza en el sur frío contrasta con una personalidad intensa y frontal. Temperamental, sin filtro, ese rasgo le generó tanto respeto como conflictos. En Colón, por ejemplo, su ciclo terminó de mala manera, con un final tenso y diferencias fuertes con la dirigencia por la toma de decisiones. Yllana no negocia convicciones, aun cuando eso tenga costos.
Su carrera está íntimamente ligada al ascenso: Guillermo Brown, San Felipe de Chile, Villa San Carlos, San Martín de San Juan, Deportivo Madryn, Aldosivi y Colón marcan un recorrido donde subir de categoría fue casi una obsesión. En Aldosivi logró sostener un proceso más largo —15 meses— y el premio fue máximo: el ascenso. En Primera División, sin embargo, la historia fue distinta y no pudo ganar partidos con el “Tiburón”.

Con un 40% de efectividad a lo largo de su trayectoria, Yllana llega a San Martín ante uno de los desafíos más exigentes de su carrera. La Ciudadela es una olla a presión donde el objetivo es uno solo y la paciencia escasea. Allí deberá imponer su identidad, convencer al plantel y sostener su idea en un contexto que no perdona. El reloj ya empezó a correr; el tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.
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