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MISA CRISMAL 2025

El Arzobispo convocó a los sacerdotes a ser “misioneros de esperanza”

El Arzobispo Carlos Sánchez y el Obispo Auxiliar, Roberto Ferrari presidieron una de las ceremonias centrales de este Jueves Santo. Previo a la misa hubo una procesión de los sacerdotes desde la Basílica La Merced hasta la Iglesia Catedral.

Por Tendencia de noticias

17 abr, 2025 01:02 p. m. Actualizado: 17 abr, 2025 01:02 p. m. AR
El Arzobispo convocó a los sacerdotes a ser “misioneros de esperanza”

En una celebración colmada de emoción y significado, el Arzobispo de Tucumán, Mons. Carlos Alberto Sánchez, presidió este Jueves Santo la Misa Crismal en la Iglesia Catedral, en el marco del Año Jubilar de la Esperanza. La liturgia congregó a todo el presbiterio arquidiocesano y a una multitud de fieles bajo el lema “Peregrinos de Esperanza – La esperanza no defrauda”, en un clima de unidad, renovación y alegría espiritual. Acompañaron a Sánchez, el Obispo Auxiliar Roberto Ferrari y el Arzobispo Emérito de Tucumán y Cardenal, Luis Villalba.


La Misa Crismal de este año fue especialmente significativa al coincidir con el Jubileo de los Sacerdotes. Se celebraron los 50 años de ministerio de los padres Andrés Mancera y José Antonio Berengel, y los 25 años del padre Ricardo Acevedo. Mons. Sánchez agradeció sus años de entrega al servicio del Pueblo de Dios y pidió oraciones por su salud y ministerio, en particular por el P. Andrés.


La jornada comenzó con una peregrinación desde el Santuario de Nuestra Señora de la Merced hasta la Catedral, signo del caminar conjunto de los sacerdotes como peregrinos de esperanza. Durante la celebración, los presbíteros renovaron sus promesas sacerdotales y participaron de la bendición de los santos óleos y la consagración del Crisma, que serán utilizados durante el año para los sacramentos del Pueblo de Dios.


El Arzobispo convocó a los sacerdotes a ser “misioneros de esperanza”

En su homilía, el Arzobispo destacó que el sacerdote es “un hombre de esperanza”, llamado a vivir su misión desde un encuentro personal con Cristo. Invitó a todos los presbíteros a intensificar su vida de oración, la escucha de la Palabra, la celebración diaria de la Eucaristía y el servicio a los más pobres como fuentes vivas de esa esperanza que no defrauda. Recordó que la esperanza nace del Corazón traspasado de Jesús en la cruz y se mantiene viva por el Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones.


Mons. Sánchez también llamó a los sacerdotes a ser “misioneros de esperanza”, llevando la Buena Noticia a los más necesitados y siendo signos del amor de Dios en medio de las realidades dolorosas de nuestra sociedad. Animó especialmente a fortalecer la presencia pastoral en ámbitos como Cáritas, la pastoral de la salud, del duelo, de adicciones, carcelaria y de escucha, promoviendo comunidades inclusivas y solidarias.


Uno de los momentos más emotivos fue el llamado a profundizar la fraternidad presbiteral como testimonio vivo del amor de Dios. “Nuestra vida sacerdotal en fraternidad es un signo de esperanza para nuestro pueblo: ‘miren cómo se aman’”, expresó el Arzobispo, destacando los espacios de comunión y cercanía que ya existen en la arquidiócesis y alentando a multiplicarlos. También compartió que recibió el pedido de dos diócesis para que un sacerdote tucumano pueda colaborar misioneramente por un tiempo, y se mostró dispuesto a enviar a quienes sientan ese llamado.


El Padre “Carlitos”, concluyó su mensaje con un fuerte llamado a vivir este Año Jubilar con renovado ardor misionero, sinodalidad y compromiso, para que todos, todos, todos —como insiste el Papa Francisco— puedan experimentar el amor de Dios y descubrir en Él el camino hacia la verdadera felicidad. “El ser felices es la vocación del ser humano”, afirmó, citando el documento sobre la esperanza cristiana.


La Misa Crismal cerró con una sentida invocación a la Virgen María, Madre de la esperanza y de la alegría. “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”, recordó el Arzobispo, confiando la vida y el ministerio de todos los sacerdotes y de la Iglesia de Tucumán a su amparo maternal. Fue una celebración llena de gratitud, fervor y compromiso, que renovó el impulso pastoral de una Iglesia que camina, animada por la certeza de que la esperanza, en Cristo, no defrauda.

 

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