Aunque nació en Europa y se expandió en Estados Unidos, el pilates encontró en Argentina un terreno fértil donde crecer, transformarse y convertirse en una de las actividades físicas más populares. Su integración con la kinesiología, la medicina y su capacidad de adaptación a distintas realidades económicas y físicas lo vuelven una herramienta potente tanto para el entrenamiento como para la prevención y rehabilitación de lesiones.
“El pilates es como la aspirina: surgió para algo específico y cada vez se le encuentran más propiedades”, explica Federico Krüger, director de Pilates Zone y organizador del Congreso Internacional de Pilates que se realizará en 2025. La disciplina sirve para aliviar dolores articulares, mejorar la postura, aumentar la fuerza y también la salud emocional. De hecho, diversos estudios internacionales ya la reconocen como complemento eficaz en tratamientos contra la depresión y la ansiedad.
En Argentina, el método clásico debió adaptarse por cuestiones económicas. Así nació una versión contemporánea, más flexible y conectada con las necesidades locales. “Nos salimos del librito”, dice Krüger. Las universidades hicieron ajustes para garantizar seguridad en cada ejercicio, mientras que instructores y kinesiólogos aplicaron el método con un enfoque funcional.
Pilates lideró las reservas globales de clases fitness durante 2024, según datos de la plataforma ClassPass. Su versatilidad, sumada al prestigio de los instructores argentinos, lo posiciona como una práctica integral que llegó para quedarse. Ya no se lo asocia solo a la flexibilidad: también trabaja la fuerza, el equilibrio, la coordinación y la respiración, con resultados visibles en el cuerpo y la mente.