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Una primera cita que no debe ser una fachada: un amor que va perdiendo la paciencia necesita de acciones

San Martín demostró otra actitud en el Madre de Ciudades, y a pesar de ser goleado por River, demostró algunas señales positivas. Eso sí, veremos que hace con rivales de su vara para el objetivo deportivo, y también social: reencontrarse con su gente.

Por Nicolás Martín

03 ago, 2025 01:25 p. m. Actualizado: 03 ago, 2025 01:25 p. m. AR
Una primera cita que no debe ser una fachada: un amor que va perdiendo la paciencia necesita de acciones

Fotos: Belén Rodríguez

Se dice que el amor todo lo puede, una fuerza intangible capaz de lograr lo inverosímil y hasta crear magia sin necesidad de una galera. El problema es que la realidad, muchas veces, dista demasiado de las fábulas con finales felices, donde los protagonistas, a pesar de las adversidades, alcanzan su cometido sin sufrir rasguños. “No se puede vivir del amor”, canta Andrés Calamaro, y, haciendo un paralelismo elocuente, desde hace un par de años lo grita el hincha de San Martín. Hoy, con la particularidad de que en La Ciudadela, la ausencia de muchos en las tribunas genera más ruido que la presencia misma.


164 kilómetros de distancia. Entradas agotadas. Y un contexto socioeconómico que no ayuda en lo más mínimo. Sin embargo, la marea roja y blanca de Tucumán (e incluso de otros rincones) llegó al Madre de Ciudades, recordando la proeza de Carlos Roldán en el banco con los tantos del "Ratón" Ibañez, "Trapito" Vega y Enzo Bruno. Claro está que era otro presente para la institución “Millonaria”, que hoy ostenta el plantel más caro del fútbol argentino y cuenta con campeones del mundo en sus filas. Por eso, la noticia ya no debería ser la hinchada de San Martín: es ese clásico repetido que suelen pasar los canales de aire un domingo apático a la tarde, sabiendo que algún nostálgico va a engancharse. ¿Hasta cuándo San Martín será noticia por el amor de su gente y no por lo futbolístico —y positivo—? A veces, rozando la demagogia. Y esto no es una crítica a la hinchada, que, reitero, hace lo imposible por ver a su equipo. Esto, de alguna manera, tiene que tener otra connotación en lo deportivo. Porque si desde hace tiempo los máximos logros son el acompañamiento de sus adeptos, se termina desviando el foco de una balanza cada vez más desequilibrada, y no precisamente a favor de la institución.


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Llegó Campodónico. Arribó con su sonrisa y su cariño a un club que lo cobijó bien y con el que existe un aprecio mutuo. "Marian" también sabe que esta es la oportunidad de su vida, porque el pasado, muchas veces, difumina las realidades que tenemos delante, haciéndonos creer que puede repetirse. Y si somos fríos, el exdelantero no tuvo buenos resultados como entrenador, tras campañas flojas en Temperley y All Boys. Lo que le da una luz de ventaja es conocer el club, y ese recuerdo le dio una espalda que Martos, con su seriedad y breves declaraciones, nunca logró construir en el corazón del "Ciruja". Veremos si ese crédito del actual DT se traduce en la cancha, porque así como el amor llega y existe, también puede esfumarse en un abrir y cerrar de ojos.


¿San Martín mejoró? En lo actitudinal, sí. Fue un equipo con alma. Uno que representó bien al hincha y que, a pesar de la goleada en contra, fue aplaudido al final del partido, entendiendo la abismal diferencia entre ambos planteles. Muchos jugadores, que suplieron sus déficits técnicos con garra y coraje, fueron también los mismos que, al terminar el encuentro, corrieron desesperados a pedir camisetas al vestuario rival, empañando lo que con valentía habían construido en el césped. ¿El respeto es solo fachada? ¿Cuándo volverá ese reencuentro real con la gente? Quedan 9 partidos. 9 finales para que San Martín alcance su primer objetivo: el duelo directo por el ascenso frente al líder de la otra zona. Y que las rosas y los chocolates no engañen: esto fue una primera cita con el carismático "Marian", ante los ojos del país y frente a un gigante como River. Pero no hubo sorpresas: a David no le alcanzó su gomera para derribar a Goliat.


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Ahora, enfrente estarán rivales de su talla (o incluso menores), y la excusa del poco tiempo de trabajo ya no podrá usarse como escudo, porque el fútbol no entiende de relojes. La actitud mostrada deberá repetirse en los partidos restantes, y a eso se le tendrá que sumar juego. Porque eso era lo que se pedía en el ciclo anterior y nunca llegó. Los cambios son para mejorar, ¿no? Veremos si Campodónico logra ser la solución de un San Martín que no la encuentra hace años, y que ha apelado al amor como bandera para seguir considerándose uno de los clubes grandes del país. Pero el amor, como todo, también se agota. Y un día, simplemente, ya no se puede vivir del amor.

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