En un duelo cargado de tensión y detalles que marcaron la diferencia, River se fue del Sur con un sabor amargo. Lanús, con determinación y lucidez en el cierre, capitalizó la última jugada del partido para rescatar un empate que premió al que nunca dejó de insistir. El equipo de Gallardo, en cambio, pareció tener la cabeza más puesta en lo que viene que en lo que estaba en juego, y terminó pagando caro esa distracción final.
El Millonario mostró dos caras muy distintas en La Fortaleza. En la primera mitad, fue un conjunto apagado, sin chispa ni profundidad, que apenas inquietó con una chance increíble desperdiciada por Borja. En el complemento, los ingresos de Salas, Quintero, Montiel y Driussi le dieron otro aire, más agresivo y dinámico. Sin embargo, esa mejora no alcanzó para sostener el resultado: una falla de concentración en el cierre selló el 1-1 definitivo, en una escena que ni siquiera tuvo tiempo para el saque del medio.
Gallardo se llevó varias señales claras de cara a lo que viene. Borja, lejos de su mejor versión, no logró aprovechar el envión anímico del penal convertido ante Libertad y tuvo una actuación para el olvido. Su reemplazante, Maxi Salas, fue todo lo contrario: encendido, preciso y con una energía que contagió. Su rendimiento, pese a venir de una lesión, lo posiciona como pieza clave, aunque también abre el interrogante sobre una posible dependencia excesiva de su aporte.
El funcionamiento colectivo tampoco fue el ideal. El esquema mostró rigidez y varios jugadores estuvieron fuera de sintonía. Colidio se sintió incómodo sin libertad por banda, y Boselli volvió a mostrar altibajos. Las mejores noticias llegaron desde el banco, con los centrales firmes y los ingresos que marcaron diferencia. Pero si River quiere avanzar en la Copa Argentina y dar pelea ante Palmeiras, deberá corregir la falta de foco en momentos clave. Porque en torneos de eliminación directa, los errores como el de este lunes pueden costar demasiado caro.
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