El hallazgo de los restos de Diego Fernández, desaparecido en 1984 con solo 16 años, reabrió una causa que parecía destinada al olvido. Su cuerpo fue encontrado enterrado en el jardín de una casa ubicada en Congreso al 3700, en el mismo terreno donde alguna vez vivieron Gustavo Cerati y Marina Olmi. El dato que podría cambiar el rumbo de la investigación llegó desde un chat de egresados: un excompañero reveló que Diego y Cristian Graf, uno de los dueños del lugar, fueron amigos íntimos en la secundaria.
El testigo, que declarará este jueves por Zoom, vive actualmente en el exterior y decidió contactar a la fiscalía tras reconocer nombres y vínculos al leer la noticia. Según explicó, la relación entre ambos adolescentes era estrecha y la coincidencia con la dirección de la casa familiar de Graf encendió todas las alertas. Aunque la causa podría estar prescripta por el tiempo transcurrido, la fiscalía evalúa citar a Graf a indagatoria.
El cuerpo de Diego fue hallado el 20 de mayo gracias a unos obreros que cavaban una medianera. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmó que los 150 huesos pertenecían al joven y que presentaba una herida punzante mortal, además de marcas de un intento fallido de descuartizamiento. Junto a los restos había objetos personales: un corbatín azul, un llavero, un reloj Casio CA-90 y una moneda de 5 yenes que usaba como amuleto.
Hoy, su historia empieza a conocerse y con ella se reabre el dolor de su familia. El club Excursionistas, donde jugaba al fútbol, le dedicó un mensaje: “Enviamos nuestras condolencias y un fuerte abrazo, deseamos que su alma finalmente pueda descansar en paz”. El recuerdo de Diego se mantiene vivo, y ahora, tal vez, también la posibilidad de que se haga justicia.