El folklore es mucho más que un conjunto de costumbres: es la esencia viva de la identidad nacional y el vínculo entre el pasado y el presente. En Argentina, esta riqueza cultural se expresa en la música, la danza, las festividades, la gastronomía y los mitos que, generación tras generación, mantienen vivas las raíces de cada región.
El Día Internacional del Folklore se celebra cada 22 de agosto porque en 1846 el arqueólogo inglés William John Thoms utilizó por primera vez este término en la revista londinense The Athenaeum. Más de un siglo después, en 1960, la UNESCO oficializó la fecha para destacar la importancia de proteger estas manifestaciones culturales en todo el mundo.
En Argentina, la fecha coincide con el natalicio de Juan Bautista Ambrosetti, destacado etnógrafo entrerriano que fundó el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires y dejó un legado clave para los estudios sobre las tradiciones populares. Durante el Primer Congreso Internacional de Folklore, realizado en Buenos Aires en 1960 y presidido por el folclorólogo Augusto Raúl Cortázar, se decidió instaurar esta conmemoración a nivel mundial.
El folklore argentino se expresa en danzas como la zamba, la chacarera y el malambo; en la música de la guitarra, el bombo legüero y el charango; en las artesanías como los ponchos y mates, y en leyendas como la del Gauchito Gil y la Difunta Correa. Desde los festivales populares hasta las reuniones familiares, el folklore sigue siendo un motor de identidad que conecta a los argentinos con su historia y su cultura.