Nació en Buenos Aires, pero fue adoptado por Tucumán, provincia que la conoce como a nadie. Nunca dejó de ser feliz en su vida como sacerdote y así lo demuestra cada día con todas las energías físicas, mentales y espirituales de un joven. Se lo puede encontrar celebrando misas, rezando dentro del templo, sentado en el confesionario, bendiciendo a todos en la puerta o atendiendo enfermos. Así vive Luis todos los días.
Con una mente lúcida, recuerda sus inicios en el sacerdocio, su recorrido por las iglesias, sus años de sacerdote, obispo y su vida desde que se radicó en Tucumán.
También, es consciente de la falta de vocaciones sacerdotales, de la situación de la iglesia, y de la crisis política, social y económica que atraviesa el país.
Nació en el barrio de Caballito, en Capital Federal. Su familia estaba compuesta por su padre, madre y dos hermanas. Una de ellas, la mayor vive con él en Tucumán desde hace 15 años.
Luis Villalba era un joven de Capital Federal que cursó la secundaria en El Comercial y que era parte de la Acción Católica con un grupo de jóvenes. Fue allí cuando se le despertó la vocación sacerdotal. “Vivía mi vida cristiana, participaba de la misa, rezaba, hice mis ejercicios espirituales, me confesaba. Luego, decidí entrar al seminario y en el año 52, con 18 años, entré al Seminario de Buenos Aires. Me sentía llamado por el Señor a consagrarme a Dios y a trabajar por el bien de las almas, y me sentí muy feliz realmente, tanto en el seminario como en mi vida como sacerdote”, cuenta el Cardenal.
Luis lleva 64 años como sacerdote. Ingresó al seminario en el año 1952 y se ordenó en el año 1960. Nunca dudó, ni se arrepintió de haber elegido esta vida al servicio de Dios. Dice haber sido feliz en los diversos lugares donde, a través de estos años, le tocó trabajar. Jamás dudó.
“Lo digo con toda libertad, siempre me sentí muy feliz, nunca dudé, nunca... Fue una gracia de Dios sobre mí, es un don del Señor que me dio la gracia de vivir siempre feliz mi sacerdocio en distintos lugares donde me tocó trabajar hacia el apostolado”, expresa.
Ordenado como sacerdote, estuvo un año en una parroquia como vicario. Después fue enviado al seminario como superior, donde estuvo trabajando durante siete años, enseñando, dando clases de Historia de la Iglesia. Un momento importante de su vida fue cuando lo nombraron párroco de la parroquia Santa Rosa de Lima, donde pasó trece años de su vida “muy felices, muy lindos”. Luego, llegó el nombramiento como Obispo Auxiliar de Buenos Aires del Cardenal Aramburu, cargo en el que estuvo siete años. Posteriormente, durante ocho años fue Obispo Diocesano de San Martín en el Gran Buenos Aires, y de allí, en el año 1999, se vino a Tucumán. “Así que hace veinticinco años que estoy en Tucumán. Estuve doce años como arzobispo, a cargo de la diócesis, y ya llevo trece años como emérito, he sido retirado, estoy a cargo de esta iglesia, donde acá celebro misa todos los días, confieso, atiendo enfermos, catequesis, en fin, ya con la edad que uno tiene puede hacer menos cosas, pero todas las que pueda hacer, las hago", relata.
Para ese joven de Caballito movido por su vocación al servicio de Dios, de la Iglesia y su gente, no es menor el problema de la falta de vocaciones sacerdotales. Analiza, piensa y no cree tener la respuesta a esa problemática. “Quizás es la época en que estamos viviendo. Por ejemplo, en mi tiempo, siendo yo arzobispo de Tucumán, llegó a haber cien seminaristas que se preparaban para el sacerdocio; hoy creo que hay unos veinte, pero el problema no se da solamente en Tucumán, pasa en todo el país, en todo el mundo. Estamos viviendo una crisis de vocaciones, no sé si será la época en que estamos viviendo, espero que en algún momento esto, si Dios quiere, se revierta, pero es un momento difícil realmente porque faltan sacerdotes. En Tucumán, dentro de todo está cubierto, pero hay diócesis en donde las parroquias están vacantes, no tienen sacerdotes, así que yo creo que hay que trabajar y rezar para que podamos tener vocaciones”, señala respecto a este tema que pega de cerca a la iglesia católica.
El Cardenal Villalba sostiene que la iglesia es autocrítica, en este sentido, y que por eso está ocupando para saber cuáles son las causas por las cuales faltan vocaciones. Además, apunta que se está trabajando por “mejorar la formación sacerdotal, encarar el seminario de otra manera, para que los seminaristas estén más en contacto con la realidad, con la vida diaria de cada día. Así que ciertamente nos preocupamos por el tema de las vocaciones”.
Cómo mencionó antes, Monseñor Villalba lleva 25 años viviendo en Tucumán. Ya es ciudadano tucumano y como tal conoce todas sus realidades, a partir de las vivencias y experiencias que tuvo durante el recorrido que hizo por la provincia durante todos estos años.
Cómo la vive, solamente él sabe distinguir, observar y analizar las necesidades de Tucumán, una provincia en la que “tenemos un porcentaje importante de pobreza, un porcentaje importante de indigencia. Socialmente estamos en un momento muy difícil, se dice que hay más de un 50% de pobres; los jubilados no alcanzan para vivir; hay chicos que no tienen comida, tienen que ir a comedores, a veces tienen una sola comida por día; no se pueden comprar muchos los remedios porque están muy caros", enumera, a la vez que afirma con contundencia: "La situación económica y social es muy seria, muy grave”.
Pero Luis no deja de preguntarse: Qué le ha pasado a la Argentina en estos últimos años, para que un país tan rico como este, con una población no grande, 45 millones de habitantes, esté sumida en una pobreza tan grande. “Yo creo que hay que revisar a fondo esta situación, pero creo que de esto tenemos que salir y poner el hombro para ayudar, para que podamos colaborar en todo lo que podamos con la gente que más necesita", reflexiona.
Villalba también hace un análisis del comportamiento de la comunidad tucumana respecto a sus creencias, y considera que "la gente de nuestra provincia es muy religiosa, muy practicante".
En este contexto recuerda que tuvo la gracia de ordenar como Arzobispo de Tucumán al padre Carlos Sánchez, el conductor de nuestra iglesia por estos días. “Él se está moviendo mucho, está recorriendo toda la diócesis, está haciendo las visitas pastorales y está muy cerca de la gente, así que está muy al tanto de lo que pasa y está trabajando bien con su obispo auxiliar Roberto, que colabora con él en la pastoral de la diócesis.
Como sacerdote, Villalba nunca dejó de hacerle pedidos a Dios, y esta vez no será la excepción. Luis quiere que “seamos fieles a nuestra vocación, que seamos cristianos en serio, es decir, no cristianos de nombre, sino cristianos. Ser cristianos es vivir la vida que nos propone Cristo, es vivir el Evangelio”.
“Si vivimos el Evangelio, si vivimos con fidelidad nuestra vida cristiana”, Luis demanda a la sociedad en su conjunto a que se ocupe por ayudar a los pobres, a los que necesitan, a los niños y a los abuelos.
Luis pide un deseo antes de apagar la vela de cumpleaños. Luis quiere, a sus 90 años de vida, ser recordado como aquella persona que trabajó por el bien de las almas, como un pastor que trató de predicar la palabra de Dios y llevar el Evangelio a sus hermanos.
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