Impulsado por una visión de Iglesia austera, el papa Francisco luchó por transformar la gestión financiera de la Santa Sede, con el objetivo de construir una economía más ética, transparente y socialmente responsable.
Desde su llegada al Vaticano, Francisco fue tajante al denunciar los excesos del "capitalismo salvaje". En línea con esa postura, reforzó el control sobre el Instituto para las Obras de Religión -el conocido Banco Vaticano- al ordenar auditorías internas y cerrar unas 5.000 cuentas sospechosas. En 2014, fundó el Secretariado para la Economía, una estructura clave para reordenar las finanzas vaticanas, y promovió nuevas reglas de inversión y medidas anticorrupción.
A lo largo de su papado, se convirtió en una de las voces más incisivas dentro del ámbito religioso en cuestionar abiertamente el orden económico global. En una oportunidad dijo que "la economía no puede ser esclava de la especulación financiera" y arremetió también contra la economía de mercado, a la que afirmó “está creando una cultura de exclusión". Con este tipo de mensajes criticó, en repetidas ocasiones, la desigualdad global y la falta de oportunidades para las personas de bajos ingresos.
En lo que sería una de sus últimas intervenciones públicas antes de su muerte, el pontífice habló de lo que llamó “la economía de Dios”, una propuesta contracultural basada en principios evangélicos: humildad, fidelidad, justicia y reconciliación. "La cruz de Cristo derriba muros, cancela deudas, anula juicios y establece la reconciliación", afirmó de forma contundente el pasado viernes. En su visión, el sistema económico debería reflejar esa lógica divina, alejándose de "cálculos fríos, algoritmos y lógicas implacables de intereses".
El balance de 2023 del Vaticano arrojó un déficit operativo de 83 millones de euros, mayor incluso que el saldo fiscal negativo de 2022, que fue de 33 millones de euros. El país llevaba años operando con números rojos, algo que el papa Francisco intentó equilibrar recurriendo a los dividendos de sus inversiones, al patrimonio inmobiliario y a los ingresos de los museos.
Los recursos de la Iglesia “son limitados y hay que administrarlos con rigor y seriedad, así no se tira por la ventana el esfuerzo de quienes han aportado al patrimonio de la Santa Sede”, justificó el papa. Y agregó: “Es necesario que todos hagamos un esfuerzo extra para que el ‘déficit cero’ no sea solo un sueño, sino una meta alcanzable”.
Sumado a esto, Francisco impulsó una serie de recortes salariales de los distintos trabajadores de la Santa Sede. Asimismo, suspendió el pago de bonos y asignaciones que cobraban los cardenales como parte de su sueldo mensual. Esta medida le generó tensión internamente, ya que los cardenales del más alto rango de la Curia romana rechazaron la iniciativa.
Dinero y desigualdad
“No es un objetivo teórico, sino realizable”, escribió el fallecido papa en una carta dirigida a más de 250 cardenales, en la que reclamaba rigor en la gestión de los recursos y respeto por los aportes de los fieles.
Durante años, Francisco se caracterizó por construir un discurso que señala al capitalismo moderno y que en repetidas ocasiones calificó de “salvaje”.
La figura santa del catolicismo denunció este modelo económico por sus excesos, por fomentar la cultura del descarte y por colocar el dinero por encima de la dignidad humana.
“Una economía que mata es una economía que pone el dinero por encima de las personas”, llegó a decir en uno de sus mensajes más recordados. Y en otra ocasión, sentenció: “El sistema económico actual ha producido un desequilibrio que ha derivado en una creciente desigualdad”.
La última medida vinculada a cuestiones económicas que tomó el papa fue tres días antes de ser ingresado al hospital por una neumonía doble, cuando ordenó la creación de una nueva comisión para incentivar las donaciones a la sede de la Iglesia católica.